Lucen tan brillantes e incandescentes que queman mi
quebradiza mirada y no me alumbran nada.
Ayer dispuse a mis pies a caminar, me sentía descalza, me sentía
abrumada y mis pobres pies imploraban parar, imploraban paz. Sentía ahogarme al
ver como poco a poco las calles se van llenando de luces de navidad, al ver a
los niños sonriendo sin parar y al ver los carteles invitándonos a la “unión familia”,
me sentí desgraciada y un poco desequilibrada.
Malditas las luces de navidad, malditos los carteles y las
caras felices, la vida me sabe agria cada día y estoy tratando de aceptar esta
realidad impuesta, tratando de imaginar que los días van a pasar y que
probablemente la herida que lamo cada día sane y pase aunque al observarme cada
mañana en el maldito espejo encuentre un espectro de ojos marrones, ojos que se
hunden cada día sin darme tregua a cerrar la herida.
Estoy robotizada desde que no estas, sin sentido y sin
ganas. Me hundo en el sillón y dejo volar mi vida mientras imagino que al
despertar todo pasará sin embargo no es un sueño es la puta vida que está dándome
a palos, absorbiéndome como una vil sanguijuela y no puedo hacer más porque ni
la fuerza me da para poder pararme y resurgir. A pesar de que aún no he llegado
a mi muerte todos los días luzco como un muerto viviente.
Otro día más sin avanzar; sin sanar. Incluso soy un boceto
triste de escritora, una vagabunda que recolecta letras, un ser pobre de amor
que cual hoja se seca con este sol, me quemo, me deshidrato y me voy al diablo.
12:01 Espero no ver más luces de navidad, parten mi ser como
un rayo, pero no puedo ser tan idiota y pretender no verlas; a veces hay vendas
que debo quitar, pero toda mi vida intento engañarme y no vomitar lo que siento
por eso cada mes me ahogo y me parto, y luego me recojo a mí misma porque soy
mi primer amor y mi peor enemigo.