jueves, 15 de octubre de 2015

Tan cerca y tan lejos



Ella se levanta cada mañana a las 9:00 am, porque desde que el Alzheimer le robo los recuerdos ella espera a que mamá la despierte y hemos quedado que esa hora es la adecuada. Así podemos tomar un desayuno “familiar” y podremos conversar lo que no conversamos ayer en la noche porque todos estábamos tan cansados que mirarnos a la cara se nos hacia un poco tedioso por el horario y una que otra excusa más.
Es ingenioso como las familias distribuyen su tiempo para todo, es lindo saber que de 8:00 am a 9:00 am puedo sentarme a expresar y contar todo lo que me paso en 10 horas, es el tiempo reglamentario pues, ¿Qué puedes hacer?.Pues nada como siempre y escribir como siempre, escribir cuando siento que el nudo de la garganta ya no puede más. Y ahora después de recibir un mensaje me doy cuenta que me parezco mucho a mi Papá.

Es un hombre callado, con las cejas siempre fruncidas, cuando me llama la atención siempre lo hace duramente y su cara sin expresión pero ya casi ni frecuentamos, las llamadas de atención han cesado, casi ni los escucho, ni lo veo. Sé que está mal de salud y que no quiere que nadie le diga nada, ni se metan en su vida. Entonces entiendo a quien me parezco hasta cuando estoy triste, él solo prende la radio y se encierra en su habitación, no habla, no mira, solo escucha,al igual que yo.

Pero hoy al caminar un poco me he preguntado: ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué estamos tan separados? ¿En qué momento dejamos de pasear y comer helado de madrugada? .No tenemos muchos recuerdos juntos pero si los necesarios como para extrañarnos. Es más en este instante son las 12:30 y tú no estás, estas dializando y llegaras de madrugada como cada dos días y nadie va a recibirte como siempre.
A veces tengo miedo de acercarme a ti, nos tratamos como extraños y no sabemos casi nada el uno del otro. Y eso no me molesta, solo me hace sentir rara porque aún no sabemos ambos que es compartir. 

Quisiera ser más cercana pero hay muchas barreras que nos hemos puesto que derribarlas nos costará y probablemente nos dolerá porque cuando te acostumbras a ser un candado sin cerradura es difícil.
Sé que no me leerás porque no sabes que escribo. Pero hay algo que quise decirte hace un par de semanas atrás y era GRACIAS. ¿Por qué? , por salir conmigo y mi perra a pasear 5 minutos, caminamos muchas cuadras y tú estabas tan nervioso como yo porque no sabíamos que tema tocar, porque somos polos opuestos. Tú eres ingeniero y yo una futura comunicadora y un boceto de escritora y bueno no cuadramos. Tratabas de apurar el paso para no conversar porque tú siempre eres esquivo pero yo era feliz.

Pero agradezco eternamente los 5 o 10 minutos de caminata que tuvimos juntos, sin importar si me hablaras o no, si me miraras o no, ahí estábamos como los viejos tiempos, solo que yo ya no tenía 5 años, ni arrastraba un osito, ni llevaba pijama y tú no tenias barba, ni estabas tan grande como antes. Ahora yo lucia más grande y casi íbamos al mismo tamaño, llevaba a mi perrita a andar y tú delgado por el paso del tiempo y los estragos de la enfermedad.

Quisiera que notes que te quiero y que si te fueses ,te llevarías un gran pedazo de mi corazón y junto con ella mi gusto por la madrugada, te llevarías a la niña que cantaba canciones de la sirenita y andaba en zapatitos blancos y te llamaba “Castulito”. Quisiera que sepas que me duele ver tu mirada tan fuerte y dura y que el pasar de los años solo ha dejado en mi un vació que solo ha sido rellenado con bloques de un concreto que es difícil más no imposible de quitar si ambos queremos.  Yo aún quiero conocerte un poquito más, ojalá me dieras una oportunidad para demostrarte que logro lo que quiero cuando de verdad lo quiero.

No nos mantengamos tan distantes, no cierres la puerta de tu habitación cuando los dos estamos en el mismo lugar, porque solo así demuestras que no tengo acceso para hablar. No me hagas sentir un vació más, porque yo soy igual que tú. No me leerás y este será un texto que todos leerán pero tú nunca sabrás. Y así me mantendré, tan cerca y tan lejos del encuentro que jamás se dará, del que nunca hablaras.








jueves, 8 de octubre de 2015

Me voy a bajar.

Estoy jodida.

A veces le pido al mundo parar, porque al menos una vez al mes me tengo que bajar.
Despierto por las mañanas con el aliento sobrecargado, despierto con los ánimos desechos, como si hubiese tenido un banquete lleno de depresión, los ojos se me hunden y las mejillas lucen sin relleno, pálidas como hojas de papel. Me paro y voy hacia el cuarto de baño y miro mi cara sin detenerme, la miro y me causa más depresión. ¿Cómo es que yo puedo sentirme así?.

Me duele la piel como si tuviese quemaduras de cigarro sobre ella, me arde, pica, me duele. Y no encuentro la razón de mi desdicha, no encuentro el camino para salir de este cuarto de baño en el cual llevo 5 minutos encerrada y ya parece una eternidad pues lavo y lavo mi cara y este gesto no se va, nunca se va, esto está por demás. Me canse de no quitarme el gesto de agonía y me dispongo a salir de aquí.

¿Y a donde voy? Pues de vuelta a la cama pero antes cierro las cortinas, dejo en mute el televisor y me adentro en las sabanas de la gloria, en las sabanas fúnebres que contienen la agonía de un ser moribundo. Ya dentro solo respiro profundamente y la cara se me descompone más, las manos se transforman en puños sólidos que pueden hacerme daño y mi cuerpo se pone frío como el hielo.

A pesar de que las sabanas abrigan mi cuerpo, el invierno es la fiesta en mí, nada me calienta y los pensamientos solo atraviesan mi cerebro, los recuerdos se encargan de rasgar mis pupilas al compas de una maldita canción. ¿Que estoy haciendo? No comprendo cuantas veces me haré esas preguntas pues las veces que las conteste han sido nulas, totalmente inexistentes. Un suspiro débil es lanzado en mi habitación, me sigo sintiendo en la nada.

Entonces tomo un cigarro y lo enciendo, puedo ver una luz en mi habitación y probablemente la única que encontrare hoy. Hay tantas cosas que a veces uno quiere vomitar que se termina ahogando en su propio vomito, hay tantos cigarros que debería fumar pero mis pulmones no podrían mas y probablemente colapsarían. Pero me doy cuenta que a veces me abruma todo y lo único que quiero es fumar, olvidar, matarme.

Mientras fumo me escucho todo el disco de RADIOHEAD como para darle más ambiente a mi cuarto, como para darle ese toque de ceniza, como para seguir el camino de la pena sin la gloria. Luzco como un día lluvioso pero sin café, sin chica linda chapoteando sobre mis charcos, sin enamorados besándose. Un día lluvioso con el que nadie quiere lidiar porque mis gotas empapan, ahorcan y duelen.

Se termina el cigarro, se convierte en ceniza una vida. Me seco y enfundo mi cuerpo en la cama, me toco la cara y todo sigue igual. No voy a estar contenta hoy porque al que escribe no se le otorga la felicidad, ni venimos con un manual, sobrevivimos a punta de patadas y lagrimones que caen a la alfombra y si este traspasa al piso entonces tienes una obra de arte dolorosa. Todos gozaran de esta, mientras desangras tus dedos y tu corazón.

Ese es el precio que pagas por querer ser escritor, ese es el precio que pagas cuando te descompones cada mañana y no encuentras el botón de reinicio. Ahora entiendo lo que estoy pagando cuando despierto al borde de la cama, algo dolida y agitada. Está es mi cara desecha y en llamas, está es mi historia redactada en solo líneas.